¿Cómo ser optimista a pesar de los problemas?

Convertirse en optimista no significa hacer la vista gorda ante la vida real, los problemas y los tiempos difíciles. No es ponerse anteojos de color rosa, es solo…¡cambiarse de anteojos! Ver todo de rosa no es señal de que uno sea optimista. En cualquier caso, lo cierto es que no sería realista afirmar que matizándolo así la vida sería más dulce.
Elegir ser optimista en el mundo de hoy es no callarse y no dejarse influenciar por los vientos negativos y sombríos. De hecho, ser optimista es apostar a creer que nuestra percepción del mundo puede provocar un cambio positivo en todas las aventuras y situaciones.
Desenredando los hilos entre el optimista y el pesimista
Frente a un océano, ¿vemos las posibilidades de aprender a surfear o más bien los riesgos de ahogarnos? Lo mismo con el clásico vaso de agua: ¿medio vacío o medio lleno? Un pesimista cree que hay explicaciones específicas y temporales para los eventos felices (“¡es un golpe de suerte!”) y causas universales, inevitables y permanentes de las desgracias (“¡Siempre es así para mí!”, “¡Nunca podré hacerlo! ”). Es el destino (cuando es una desgracia) o la suerte momentánea (cuando es un acontecimiento feliz).
Por el contrario, un optimista visualiza un evento feliz como duradero y provocado por sus cualidades, fortalezas, habilidades, talentos, etc. Los golpes duros, los atribuyen a factores particulares y limitados en el tiempo. Frente a un libro difícil que no entiende, dirá “Este libro no me aporta nada. y no “Leer no tiene sentido”. Todo está pues en nuestra forma de afrontar la vida. Nuestro cerebro quiere ser optimista ¡El dueño de nuestro cerebro y de los pensamientos que en él se generan somos nosotros! Por lo tanto, debemos frustrar nuestras tendencias a la negatividad y el pesimismo para cultivar una actitud positiva y optimista a partir de ahora. No con el objetivo de evitar a toda costa las adversidades, sino sabiendo superarlas y afrontarlas mejor. Cuanto más notamos el lado positivo de las cosas, más entra nuestro cerebro en el modo de “búsqueda” de ejemplos de positivismo. Es un verdadero “GPS” que busca lo que se le ordena buscar.
Para ayudarlo, cambiamos nuestros pensamientos para modificar nuestro cerebro, provocando así “multiplicadores” de oportunidades para el optimismo. Algunas acciones simples pueden ayudarnos a ser más optimistas en el día a día. Aquí hay 5 que aumentan nuestra capacidad de ver el bien, de ser más felices y de tener más confianza en nosotros mismos y en la vida.
1- Encuentra una fuente de energía positiva renovable
Ya sea un libro que nos haga sentir bien, una actividad reconfortante o amigos con los que podamos contar para reavivar las estrellas en nuestros ojos. Saber rodearse positivamente es una estrategia ganadora.
2- Toma más control de las conversaciones
Al guiar las discusiones en lugar de sufrirlas, podemos enfocarnos más en los aspectos positivos. No se trata de evitar hablar de determinados problemas, sino de saber interesarse por posibles soluciones, por ejemplo.
3- Elige los pedazos de realidad que quieres conservar
Nuestro cerebro se aferra a los pedazos de realidad que guardamos y tiende a “reproducirlos” o incluso tomarlos como hechos permanentes. Sabiendo esto, sabemos por qué es importante no usar, erróneamente, “siempre” o “nunca” que corren el riesgo de paralizar nuestras acciones futuras y más bien recordar nuestros éxitos y los caminos que hemos recorrido.
4- Cada vez más cerca de nuestros objetivos
Establecer metas es inspirador y motivador. Pero para mantenernos animados durante el proceso de ascensión hacia nuestra meta final, nos aseguramos de experimentar pequeñas victorias. ¡Dividimos nuestro horario en pasos que podemos celebrar (y felicitarnos) o establecemos metas intermedias que nos ayudan a mantener el rumbo con la máxima motivación!
5- Cambia un hábito a la vez con el método de los “20 segundos”
Se necesitarían 21 días para formar un nuevo hábito. Si sabemos que corremos el riesgo de desistir en el camino, aplicamos el método de los “20 segundos”, que consiste en estar siempre 20 segundos de esfuerzo o energía de la fuente de nuestro nuevo hábito deseado. ¿Quieres escribir más? Siempre arrastramos un cuaderno sobre nosotros. ¿Quieres hacer yoga durante el día? Dejamos nuestra alfombra cerca de nuestro escritorio. Así, la resistencia al cambio se reduce a través de un efecto de proximidad.