El perfume aporta confianza y marca nuestra presencia

Hoy los individuos se perfuman de forma más o menos mecánica, porque es una señal de respeto por uno mismo y por los demás, un gesto de higiene… Pero también muchas veces por búsqueda de identidad, por deseo de seducir, para sentirse bien consigo mismo que se perfuma… Dado que los perfumes ya no están intrínsecamente ligados al cuidado como pudo haber estado en Egipto o Grecia, también es una forma de narcisismo, un placer personal que corresponde a la historia personal de cada individuo. El olfato es el más animal de nuestros 5 sentidos, el que no engaña, que no podemos hacer mentir contra nuestra voluntad. Un perfume que le es desagradable no puede ser usado por la persona que no le gusta, la contradicción es demasiado grande y la incomodidad insoportable. Si no te gusta lo que hueles (el olor que despides), ¡es fácil adivinar que después tendrás problemas para gustarte a ti mismo! El perfume, por lo tanto, está bien relacionado con la personalidad y, sin duda, juega con la confianza en uno mismo.
Por lo tanto, amamos un perfume porque nos “habla” en el verdadero sentido del término. La correspondencia que se establece entre un individuo y un perfume es el resultado de una alquimia particular, consciente o inconsciente, determinada por la historia particular de la persona y los diferentes aspectos de su personalidad. Se convierte entonces en una referencia, un signo distintivo, una autoimagen. Por eso, en algunos casos, el perfume elegido un día se convierte en el perfume de siempre, porque hace referencia a esa agradable percepción que uno tiene de sí mismo: un olor apreciado un día que uno hace propio se convierte en nuestro propio olor. En otros, y soy yo en este caso, un perfume elegido un día corresponde a un estado de ánimo, a un deseo de acercarnos lo más posible a una determinada sensación en un momento determinado.
En todas las situaciones, me parece que el perfume aporta una confianza renovada a quien lo lleva, marca nuestra presencia (casi de forma animal) y expresa sin palabras una parte de nuestra personalidad y seducirá a quienes se le parezcan.
Para volver a la noción de placer, debes saber que el sentido del olfato nos permite registrar con mucha precisión un contexto, una situación, un recuerdo. Obviamente, cuando los recuerdos son agradables, los perfumes asociados también lo son. Oler y rodearse de aromas amados es un placer evidente: fácilmente sugieren relajación, seguridad, tranquilidad e incluso fomentan el optimismo.
Para mí, los perfumes encajan entonces con naturalidad en los placeres sencillos de la vida, como una buena comida, una conversación amena, un paseo…